El sentir la lluvia es algo mágico, prestar atención a la gran variedad de sonidos, ecos, vientos, y canciones que emergen del golpeteo de las gotas sobre los techos, las plantas o el suelo es una experiencia enriquecedora que nos hace descubrir una sinfonía perfecta, donde nada desafina.
Las diversas intensidades que podemos percibir en este proceso, se asemejan mucho a nuestras experiencias de vida. Todo inicia con unas gotas que tímidamente dejan saber que pronto empezara a llover, luego se hace presente una expresión de fuerza con gotas rápidas, intensas, atemorizantes, para después lentamente irse desvaneciendo… dejando todo en un silencio profundo.
Así somos, eso somos, estamos integrados a la naturaleza, somos lluvia, somos sol, somos tierra… nos acompasamos, nos fusionamos, nos amamos!
Reconocer la lluvia dentro de nosotros nos permite hacer contacto con la fuerza y con la calma, haciéndonos entender que nuestras emociones pueden oscilar entre esos dos estados, y que al final todo pasa, solo es cuestión de tiempo…
Pero lamentablemente a veces no nos permitirnos sentir los diversos estados, escogemos vivir con una fuerza atropelladora constante, arrasando todo lo que esté a nuestro paso, sin tomarnos un espacio para la calma. O por el contrario, nos quedamos en una calma silente, donde acallamos nuestra voz, acciones y emociones, sin darnos cuenta que se nos va la vida.
Te invito a que cuando tengas la oportunidad sientas la lluvia, pero desde adentro.
Estoy aquí para acompañarte!
Un abrazo,
Keyla.
Pd: foto de libre uso de pixabay.com